Rafael Alcalá
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« en: Diciembre 20, 2007, 08:02:55 » |
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Texto: Antonio Zedillo Castillo
El danzón tiene cuatro estapas de su historia en México: la primera, desde su llegada hasta los momentos acendrados de la lucha revolucionaria de 1910-1913. La segunda, llevará una influencia definitiva en la evolución de la radio y es casi concomitante con los primeros pasos de la discografía, tendrá que ver con las formas del divertimento colectivo entre los años 1913 y 1933. Una tercera fase estará asociada con los aparatos reproductores y los espacios recreativos donde se reproducen las sonoridades y las maneras de interpretar el danzón--salones de baile con orquesta--, que nos remite desde el año 1935 hasta 1964, cuando dichos salones de baile van a dejar su espacio legítimo a otras zonas de baile que transformarán los modelos de expresión de las danzas y bailes populares.
Por último, puede hablarse de una cuarta etapa de letargo y renacimiento de viejas formas que se han reintegrado a los bailes colectivos populares -que nunca han dejado de existir-, para defender su existencia y, con ello, demostrar que el danzón tiene una estructura que lo puede hacer permanente.
Antecedentes de un baile que nunca morirá
Desde antiguo, a partir de la presencia del europeo en lo que hoy conocemos corno América, desde el siglo XVI y los posteriores, arribaron a nuestro continente miles de negros africanos forzados para trabajar especialmente en tres actividades: Ia minería, Ias plantaciones y Ia servidumbre. Nuestro país no es excepción a tal fenómeno y, desde ese momento, se establece un proceso de préstamo y procesos de transculturació n con Ia población indígena, europea y oriental.
Entre otros aspectos, debe tomarse en cuenta Ia estructura social novohispana que, a grandes rasgos, estaba conformada por una cúpula dirigente de españoles, después aparecen los criollos y una serie de sujetos no definidos por su origen nacional-hablantes del español-. Continuarán, inmediatamente, los indígenas caciques, después los naturales explotados en lucha por Ia sobrevivencia al igual que los negros peleando por posiciones de trabajo. AI final de esta compleja estructura tenemos a Ias castas.
Imaginemos en ese contexto algunas de Ias festividades colectivas en Ias que participaban propiamente todos los estratos sociales como EI Paseo del Pendón, en el que se conmemoraba Ia capitulación de los aztecas del México-Tenochtitlan.
AI frente del desfile venían Ias autoridades reales y eclesiásticas seguidas por una columna en Ia que los participantes aparecerían según su posición social, al inicio o al final de Ia fila. En estas festividades, después de Ia procesión había dos eventos que exhibían todas Ias posiciones de Ia escala social, como lo fueron Ias corridas de toros. AI otro sarao elitista conmemorativo asistía exclusivamente Ia gala del grupo en el poder.
Se puede observar que durante los años de Ia etapa colonial se estableció una delimitación drástica entre "Ia nobleza" y los demás grupos humanos, a quienes se les aducían todos los defectos y calamidades. Por ello, los jarabes, bailecitos de Ia tierra y Ias danzas que alguna vez externaban los negros eran rechazadas por inmorales, contrarios a las leyes de Dios. Así, tenemos dos expresiones danzarias separadas según la clase social que Ias adoptaba. Por una parte los minuettes, boleros, polcas y contradanzas que se enseñaban incluso en academias de baile perfectamente reglamentadas por el virrey Bucareli y que fueran prohibidas después por Marquina. Por otra parte, el pueblo se deleitaba con el déligo, el zampalo, el guineo, el zarabullí, la pataletilla, la mariona, el avilipiuti, la folia y sobre todo, cuando se trataba de bailar agitadamente, la zarabanda, la jacarandina y, desde luego, el bullicuzcuz.
El movimiento de Independencia Nacional legalizó la igualdad y la libertad de los grupos humanos; sin embargo, las pautas morales y religiosas aún permanecían vigentes y difícilmente se podían transgredir.
Los relatos que de la época nos ha dejado aquél gran escritor y patricio, don Guillermo Prieto, nos hacen reflexionar sobre las mínimas diferencias que se han dado en nuestra cultura, no obstante los innumerables cambios tecnológicos habidos en casi 150 años.
La estructura social se modificó sutilmente y, si bien la iglesia perdió espacios de poder económico durante el proceso de Reforma, nunca dejó de mantener su hegemonía moral que incluso alcanzó cierto fortalecimiento.
La secuencia de todos y cada uno de los procesos que se han reseñado aquí a pasos agigantados, tendrán importancia vital para entender las formas actuales de los mexicanos para interpretar los bailes de salón. Los mismos géneros, en otras latitudes, tienen expresiones diferentes. Aquí la recurrencia de la presión social mexicana condicionará las mudanzas de hombres y mujeres al externar su gusto por el baile.
Podría estar en ello la clave del porqué los mexicanos somos “estoicos” al danzar.
El danzón aparece sin hacer mucho ruido
Si dijéramos que durante eI Porfiriato -1876 a 1911- Ias cosas no cambiaron en México, estaríamos externando una gran mentira, puesto que Ios cambios tecnológicos, culturales y de Ia sociedad fueron ostensibles en esta etapa. Es probable que Ias transformaciones tecnológicas se hayan mostrado con mayor ímpetu y que hayan incidido gradualmente en Ias costumbres y tradiciones y más sutilmente en Ia sociedad. Para probar nuestra apreciación tomaremos a Ia música y sus interpretaciones en particular. Nos referimos al baile de San Agustín de Ias Cuevas hoy Tlalpan, como ejemplo de algún otro realizado allá por eI novecientos en eI Country Club o eI Tívoli deI Elíseo. EI grupo orquestal de estas fiestas, seguramente estaba integrado por cuerdas y maderas, principalmente, y en Ios espacios cerrados -cafés y restaurantes- era ineludible Ia presencia deI piano.
EI piano fue eI instrumento divuIgador de Ia música por excelencia. En aqueI tiempo se ramificaba el ferrocarril por todo el país, daba sus primeros rodajes el automóvil, se iniciaba la magia de la fotografía y el cine mostraba sus primeros balbuceos; la belleza venía de Europa, especialmente de Francia. De ahí que en la danza aún se utilicen términos afrancesados como “glise”, “premier”, “cuadrille” y demás, para connotar elegancia y conocimiento. La gente acomodada siempre tenía un piano en su residencia para lucirlo en las tertulias con Ia interpretació n de trozos de ópera, opereta, zarzueIa o canciones mexicanas operísticas como Estrellita o bien a escondidas, porque era música pecaminosa, como Perjura. A este corte se integraron Ios primeros danzones Ilegados a México, que eran interpretados aI piano con suavidad y meIancolía.
Pero no adeIantemos vísperas y recapacitemos un poco en eI "nacimiento" deI danzón. En eI proceso deI conocimiento deI danzón, no deben perderse de vista Ia danza y Ia contradanza cubanas, de estos géneros surge Ia estructura deI danzón, sóIo modificándose -especialmente- una parte de eIIos.
A mayor abundamiento, sabemos que Ia habanera es un antecedente inmediato de gran importancia, puesto que de ella surgen diversos géneros maestros (y lo que es de mayor importancia, tres “géneros nacionales”: el danzón, la canción y el tango). Los historiadores ubican la habanera como forma musical de mediados del siglo XIX.
Se sostiene que las primeras contradanzas fueron transportadas de Haití a Cuba y son un injerto de la Country dance, danza campestre inglesa que adquirió su aire característico hasta convertirse en la mundial danza habanera; constaron de cuatro partes hasta que quedaron reducidas a dos, bailándose en figuras por cuadrillas. Aunque Manuel Saumell Robledo es considerado el padre de Ia contradanza cubana, Ignacio Cervantes fue el que dejó en México una honda huella a este respecto. Después de un exilio en Estados Unidos regresó a Cuba y , posteriormente a México, cerca del 1900, donde produjo una buena cantidad de danzas que influyeron en el modo de los compositores mexicanos como Felipe Villanueva, Ernesto Elourdy, Arcadio Zúñiga y Alfredo Carrasco.
En muchas de Ias piezas para piano de Villanueva, su dependencia de los modelos cubanos es obvia. Coinciden por el contenido musical de Ias dos partes. Con frecuencia Ia primera tiene un carácter de mera introducción. La segunda parte, en cambio, es más contemplativa, lánguida, de tempo rubato y "tropical", y da lugar a Ias combinaciones rítmicas más originales. En este aspecto, como también en Ia mayor soltura modulatoria, Villanueva supera a Saumell, como es natural en un compositor de Ia generación siguiente y tiene más contactos espirituales con el continuador del género cubano, Ignacio Cervantes.
La contradanza fue tomando un lugar importante en los gustos mexicanos de Ia música y Ias danzas, pero como todos los bailes, este tiene sus formas que para Ia sociedad deben interpretarse de acuerdo con Ia moral y Ias buenas costumbres. En todas las tertulias porfirianas, la clase acomodada mantenía las mismas formas arcaicas de 1858.
De esta manera, tenemos dos elementos que conformarán la primera etapa de la presencia del danzón en México, que va de 1880 a 1913, aproximadamente. Por un lado, la partitura pianística que será el vehículo de transmisión masiva y por el otro, las normas sociales que impedirán su proliferación abierta, reduciéndolo a lugares donde se pueda "relajar la moral y las buenas costumbres".
Época de auge y desarrollo
Después de los treintas, se vivirá en México un verdadero auge de la música tropical convirtiéndose en legendarios en el género del danzón los nombres de Tomás Ponce Reyes, Babuco, Juan de Dios Concha, Dimas y Prieto.
Surge entonces el grito especiaI introductorio a toda interpretació n de danzón: ¡Hey familia! ¡Danzón dedicado a Antonio y amigos que lo acompañan! expresión traída a Ia capital desde Veracruz por Babuco.
Amador Pérez, Dimas, produce el danzón Nereidas que rompe todos los límites de Ia popularidad, ya que es usado como nombre para neverías, carnicerías, cafés, loncherías, etcétera. Será el danzón mexicano que se enfrente aI cubano Almendra, de Valdés.
En Cuba, el danzón se transformó en cha-cha-chá por razones comerciaIes se expandió inmediatamente y desplazó aI danzón deI gusto de los bailadores.
En los años cuarentas, México vivía una explosión de algarabía y su vida nocturna era brillante. Pero un buen día, en 1957, aparece en escena un personaje traído de aquellos años en los que se dictaban leyes para cuidar Ias buenas conciencias, quien decretó:
"Deben cerrarse los establecimientos a Ia una de Ia mañana para garantizar que Ia familia deI obrero reciba su salario y que no se dilapide en centros de vicio el patrimonio familiar", licenciado Ernesto P. Uruchurtu. Regente de Ia Ciudad de México. Año de 1957.
Letargo y Renacimiento
"Gracias " a Ias medidas deI Regente de Hierro, desapareció Ia mayoría de los salones de baile y, de dos decenas que había, sólo quedaron tres: EI Colonia, Los Angeles y EI CaIifornia. A ellos acudían los fieles seguidores de los géneros danzarios, quienes han mantenido contra viento y marea Ias buenas maneras deI baile. En nuestros días, se ha agregado el SaIón Riviera que antaño era sólo saIón de fiestas y de danzantes, hogaño defensor de los bailes finos de saIón, entre los que es rey el danzón.
Por lo tanto, hacemos eco de Ias paIabras de Amador Pérez y Dimas, cuando hizo mención de que "vendrán ritmos modernos, pero el danzón, nunca morirá".
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