Muzak para mis oídos. “The sound you make is muzak to my ears” (el sonido que creas es muzak para mis oídos) fue el insulto que John Lennon le lanzó a Paul McCartney en su canción “How do you sleep?”, de 1971, en un período de larga historia de tensiones. Insulto porque muzak, entre las etiquetaciones más conocidas, surge para remitirse a la música ambiental como: Música de elevador, música programada, música de fondo. Josep Martí introduce el término en el vocabulario musicológico y académico, basándose en el nombre comercial de la primera empresa que, surgida en 1934 en Estados Unidos, ofrecía a sus clientes música por vía telefónica. Existe entonces una gran disyuntiva. Los que están a favor de la música de ambiente, y los que definitivamente la consideran un insulto. Aprovechamos esta valiosa instancia para promover comentarios y opiniones, apostando así por un espacio discusivo más que expositivo. ¿Ustedes qué postura tienen? Exploremos ambas. La existencia de una música de ambiente, desde el ya antiguo piano de restaurante, como el que toca aún Enrique Chia, hasta el más actual chill out, se debe a la necesidad de una música que no llame mucho la atención mientras uno se concentra en otras actividades, tales como comer y beber, comprar, y sobre todo platicar. Y es que lo que entra por el oído es invasivo, quizá no tanto como el olfato, pero no podrán negar que si uno desatiende la música, de pronto nos encontramos marcando el ritmo con el pie en el suelo. ¿Qué se puede hacer al respecto? La música siempre se adueñará de nosotros. De nada nos sirve ser expertos multitask. La memoria también hace de las suyas: fácilmente recordamos la música que escuchaban nuestros abuelos, la música que nos cantaba nuestra mamá, la canción que le dedicamos a nuestra pareja, la que escuchábamos en nuestro walkman. En el cine sucede lo mismo, requerimos de una música que acompañe nuestra percepción visual y al lenguaje verbal, y que no lo haga de manera evidente. La música puede ser como un personaje, pero lo central no deja de ser la historia misma. Por esto anterior es que expertos mercadólogos y publicistas en el mundo, se han vuelto multi sensoriales. Ahora trabajan con colores, olores y sonidos, dejando a un lado, con perdón de ellos, el rollo verbal. Están destinados, y obstinados, en crear experiencias de compra, en crear sensaciones. Una amplia diversidad de empresas y organizaciones (discotecas, restaurantes, tiendas, radios, televisiones, cines, Internet…) utilizan la música para aportar valor a sus procesos productivos y enriquecer su actividad comercial para mejorar su negocio. Claro que la música da juego no solo para los clientes, también para los propios trabajadores o colaboradores. En el fondo no deja de ser Marketing para el cliente interno. Son hechos tangibles: la música incrementa la productividad y eficacia de los profesionales en el desempeño de su actividad. La música es hoy una técnica que utilizan frecuentemente las empresas para incitarnos a comprar de la manera que ellos consideran más oportuna en cada momento. Los estudios de este tipo de comportamientos no son nuevos, y es que ya en el año 1979 Liensen se encontró con que tres cuartas partes de los consumidores realizaban una compra segura teniendo música de fondo. Actualmente existen empresas que se dedican a vender discos compactos con programación musical especializada para locales comerciales. Cada cierto tiempo, esta empresa les envía a sus clientes un disco o vía internet un promedio de 200 canciones que pueden poner en sus locales. Esta música es elegida pensando en el target de cada empresa. Ahora bien, asumiendo que la música ambiental ha estado siempre presente en la crónica humana, y considerando por otra parte el amplísimo espectro de nociones, valores, usos y funciones que puede comprometer el término “música ambiental”, el hecho de que la música ambiental se haya ido instalando con una profusión cada vez mayor dentro del cotidiano urbano ha dado lugar a una serie de pronunciamientos adversos: La primera critica es a partir de referentes catastrofistas, considerando la música ambiental una degradación cultural que conlleva intenciones de totalitarismo, invasión y control social, y que, por lo demás, constituye un agente contaminante. La segunda tendencia configura su crítica más bien desde planteamientos estéticos, alegando una falta de performatividad en las músicas ambientales, acusando, en consecuencia, una carencia de ritual en donde el fin último no es la calidad sino la funcionalidad. Según esta visión, la música ambiental constituye un atentado al canon artístico occidental. La presencia de la música es vista entonces como un “trato denigrante para la música”, sobre todo si se considera además su rol funcional, de mero “papel mural acústico”: Aviñó. Música hecha para no ser escuchada, remarca. Los de él son básicamente estudios que pretenden liberarnos de la sobrecarga sonora, del ruido y de todo el “perfume” acústico que, por ejemplo, la muzak ha introducido en el medio ambiente urbano. Autores como Donoso añaden: “Hoy, en cambio, la música lo invade todo. Está presente en el supermercado, en la consulta médica, en la calle, en las líneas telefónicas. (…) Nada de ello ha sido solicitado por nosotros. Nos las imponen y ellas se agregan al tumulto acústico de la ciudad contemporánea, integrando una cacofonía que a algunos afecta conscientemente y, a otros -¿minoría o mayoría?- no parece molestar. La agresión es tan general y dominante, que nuestra facultad privativa de no oír (taparnos los oídos) queda reducida al mínimo. (…) Es prácticamente imposible resistirse a la agresión auditiva, estando comprobado que es justamente ella la que contribuye más decisivamente a los niveles de estrés.” Por último, ¿es música si no hay aplausos, ni tampoco el sentido de communitas que se desprende de la reunión en una sala de conciertos de todos aquellos que han acudido con una misma finalidad? No se sabe quiénes son los intérpretes, y en muchos casos ni siquiera se reconocen los títulos de las canciones que se escuchan, y, por ello, esta música se resiste a que nos las apropiemos. La música ambiental se nos presenta más desnuda que nunca: música sin rituales que marquen pautas para su decodificación, música más cercana a la tecnología que a la gente, música sin espectáculo. Y bien, ¿ustedes qué dicen? Musinetwork Inc. #MusinetworkNews Fuentes: pymesyautonomos.com/ ennaranja.com/ empresamia.com/ campounitario.wordpress.com/ platea.pntic.mec.es/jgarci1/ musnoida.htm sibetrans.com/trans/trans6/marti.htm eumus.edu.uy/ps/txt/westerkamp.html Ir a la siguiente nota: La música y los niños